No se trata solo de entrenar más, sino de entrenar distinto. Porque cuidar es también una forma de construir talento.
A Knowmad Progress

D
urante diez días, convivimos con jugadores que no vinieron solo a mejorar su técnica, sino a vivir una experiencia completa. El Summer Camp que organizamos desde AKP, junto a Dynamics GM y con el apoyo de Tarragona Sports, no es un campamento al uso. Desde fuera puede parecer solo un programa de alto rendimiento, con trabajo técnico-táctico, preparación física, competición y sesiones específicas. Pero lo que realmente lo sostiene —y lo diferencia— es algo que no aparece en los horarios: el caring.
Cuidar al jugador no es ponerle una mano en el hombro. Es diseñar espacios donde pueda reconocerse, descansar de la exigencia continua, entender sus propias decisiones y verse en relación con los demás. Es acompañar sin invadir. Escuchar sin interrogar. Dar estructura sin imponer. El caring es esa forma silenciosa de entrenar lo invisible, lo que no sale en los highlights, pero marca la diferencia cuando el balón quema.
Cuidar también es entrenar. Y entrenar también es enseñar a verse.
A Knowmad Progress
A lo largo del camp, esa idea se tradujo en cosas concretas: mentorías personalizadas, trabajo psicológico, tiempos compartidos donde no se hablaba de sistemas ni de estadísticas, sino de lo que pasa cuando juegas. También en jornadas especiales como “El basket y yo”, donde la pista se queda vacía para abrir otros espacios: el de la reflexión, el de la palabra, el de mirarse sin etiquetas ni métricas.
Y, sin embargo, los datos también estuvieron presentes. Porque cuidar no es proteger del análisis, sino dar herramientas para entender(se). Los datos, bien tratados, no encierran al jugador: lo abren. Le muestran sus decisiones, sus patrones, su forma de estar en el juego. En el camp, los usamos no para definir quién es cada uno, sino para que cada uno pueda hacerse nuevas preguntas sobre su forma de jugar, de competir, de decidir. El dato como espejo. No como sentencia.
Por eso, lo que queda del camp no es solo una mejora en fundamentos o una sesión memorable. Lo que queda es otra manera de habitar el baloncesto. De verse a uno mismo con más profundidad. De mirar al compañero con más respeto. De entender que el talento no es suficiente si no se cuida lo que lo rodea. Que no se trata solo de entrenar más, sino de entrenar distinto. Y que, al final, lo más valioso no es lo que se logra, sino lo que se comparte.
¿Y si el verdadero cambio no estuviera en las herramientas, sino en la forma de mirar y en las preguntas que nos atrevemos a hacer?
Si esta forma de entender el juego —y de estar en el mundo— resuena contigo, nos encantará escucharte. En AKP siempre hay sitio para quienes se hacen buenas preguntas.