Sólo quien asume la comunicación como una fascinante aventura empresarial podrá aspirar a un crecimiento real de su marca.
A Knowmad Progress
La comunicación de marca se mueve hoy entre la Escila de hacer lo que funciona, lo que hace todo el mundo, cada vez con menos impacto, y la Caribdis del romper moldes y tomar caminos inexplorados, pero que asustan al cliente que percibe una geografía que aún no tiene mapas.
Parecería lógico tomar la postura conservadora y asegurarse la tranquila mediocridad del conjunto, da igual con anuncios y cuñas que con RRSS, pero el riesgo de acercarse demasiado a la Escila de una comunicación plana puede suponer el fin de la marca en la siguiente turbulencia; 2008 y 2020 están demasiado cerca.
La posición las marcas debería ser siempre la de mostrar una disposición total a asumir el reto y el esfuerzo de transformar su cultura y su esencia.
Por su parte, la aventura de lo nuevo y lo diferente, convierte la comunicación de marca en una labor de gran aliento, que ha de concitar a toda la compañía en un esfuerzo por resignificar y convertir el conjunto en otra cosa, evolucionando desde dentro, no para dar una imagen artificiosa de la misma, sino para hacer de la marca algo tan extraordinario que la comunicación fluya por sí sola.
De partida, la posición las marcas debería ser siempre la de mostrar una disposición total a asumir el reto y el esfuerzo de transformar su cultura y su esencia. Y tal vez, para ello, la nueva Circe debería preguntar a las empresas, antes de aconsejar: “¿Hasta dónde estaría vuestra marca dispuesta a evolucionar?”